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Hablar de salud sexual es hablar de bienestar y derechos

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HABLAR DE SALUD SEXUAL ES HABLAR DE BIENESTAR Y DERECHOS

Hablar de salud sexual es hablar de bienestar y derechos
El 4 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Salud Sexual, un término que va mucho más allá de una cuestión física, y que aborda también temas como el bienestar emocional y social. Un derecho humano fundamental reconocido internacionalmente que todavía tiene ante sí retos que enfrentar y tabúes que desmontar.

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parte 1 dm salud sexual 25

La salud sexual es mucho más que la ausencia de enfermedades: implica bienestar físico, emocional y social en todo lo relacionado con la sexualidad. Hablar de salud sexual es hablar de derechos, de acceso a información veraz y recursos adecuados, y de la libertad de tomar decisiones responsables. Y hoy, 4 de septiembre, Día Mundial de la Salud Sexual, esta conversación cobra más relevancia que nunca.   

Esta fecha no solo invita a poner el foco en la importancia de la salud sexual, sino también a reflexionar sobre cómo vivir dicha sexualidad de una forma libre, segura y responsable. Aunque los tabúes y la desinformación siguen limitando que muchas personas ejerzan plenamente sus derechos, promover la salud es apostar por la dignidad, la autonomía y la igualdad, valores con los que Cruz Roja está firmemente comprometida hoy y todos los días. 

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Salud sexual: mucho más de lo que podría parecer

El término “salud sexual” puede sonar ambiguo. Ya lo hemos mencionado anteriormente, pero, ¿sabríamos decir exactamente qué significa? Para Débora Álvarez, comunicadora científica especializada en salud, doctora cum laude en Ciencias Médicas y Sociales y socióloga, la definición de salud sexual más acertada es la de la Organización Mundial de la Salud (OMS): “Dice que la salud sexual es un estado bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad. Me gusta esta definición porque es muy positiva y pone en el centro la palabra ‘bienestar’”, puntualiza. 

La salud sexual no puede limitarse al plano físico

Este matiz es esencial: las relaciones sexuales deben ser seguras y, al mismo tiempo, placenteras. “No puede haber coerción, discriminación ni violencia”, evidencia Álvarez. La salud sexual tampoco puede limitarse al plano físico (más relacionado, por ejemplo, con infecciones de transmisión sexual) sino que, salta a la vista, va mucho más allá. 

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El peso del contexto en la salud sexual 

La salud sexual nunca se vive en abstracto: siempre está marcada por el contexto. Tabúes, estigmas, mitos; situaciones de violencia, discriminación o ausencia de entornos seguros; falta de acceso a métodos anticonceptivos, pruebas diagnósticas o servicios de salud… Todo ello impacta directamente en la forma en que una persona ejerce su sexualidad. 

La falta de información, sin ir más lejos, conlleva riesgos, como “mantener una relación sexual desprotegida”, matiza Débora Álvarez. También influye en poder vivir la sexualidad con libertad; “si puedes hablar abiertamente de tu orientación sexual o no; si tienes que vivir esa parte de tu vida que podría ser algo muy enriquecedor de forma clandestina, algo totalmente terrible”, lamenta.  

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Salud sexual: un derecho humano fundamental 

“La salud y la salud sexual son reconocidos a nivel internacional como derechos humanos fundamentales”, recuerda Cristina Ferrero Camacho, técnica del área de Salud de Cruz Roja. Guillermo González Antón, médico y sexólogo, con un máster de Sexualidad Humana en su haber, y miembro del Comité Asesor Externo que participa en el diseño de la Estrategia de Intervención en Salud Sexual de Cruz Roja, coincide, aunque con ciertos matices. “Hablar de derechos sexuales y reproductivos como parte inseparable de los derechos humanos ha sido un avance clave. Pero también puede generar la falsa idea de que ya está todo conseguido”, reflexiona. 

Para González Antón, hablar de salud sexual como derecho humano, y no solo como algo íntimo o privado, resulta fundamental. “Se ha mostrado rotundamente fallida esa visión de hablar de la sexualidad desde lo íntimo, desde lo privado, o desde el patrimonio del núcleo familiar. Familia que asumirá (o no) esta responsabilidad de educar, con o sin conocimiento; pedagógicamente eficiente o ineficaz”, reflexiona. Además, “muchas veces la ciudadanía desconoce quién puede garantizar sus derechos sexuales y dónde ejercerlos”, señala. 

Muchas veces la ciudadanía desconoce quién puede garantizar sus derechos sexuales

También se da un fenómeno que conviene estudiar: la falta de tiempo y formación de las y los profesionales en lo que respecta a la salud sexual en la atención sanitaria primaria. “En el mejor de los casos, se suele derivar a un segundo nivel de asistencia”, menciona el médico y si se hace “sin un criterio correcto podemos estar condenando a los y las usuarios y usuarias a un doloroso peregrinaje por el sistema”. Y la asistencia sanitaria privada, incluyendo la sexológica, “no está al alcance de toda la ciudadanía por una cuestión de coste”, puntualiza. 

Por tanto, aunque la salud sexual es un derecho, aún no ocupa el lugar que debería. 

 

 

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Claves y retos para una salud sexual plena y segura

Las claves de una sexualidad sana y segura se centran en el bienestar integral, la autonomía y los derechos. Esto implica acceso a educación e información de calidad; relaciones basadas en el respeto, la igualdad y el consentimiento; servicios de prevención y tratamiento accesibles; y entornos seguros e inclusivos. “La sexualidad y la vivencia libre de todas sus dimensiones resultan un bien intrínseco a la vida”, resume González Antón.

Sin embargo, persisten retos. Uno de los mayores, según el médico, es confundir información con educación. “La barrera más importante para acceder a una buena educación sexual es la facilidad para el acceso a cualquier información sexual y la dificultad para el acceso a la educación sexual”, dice. A su juicio, la información con “evidencia científica o, al menos, una sólida evidencia empírica” es fundamental al hablar de salud sexual, pero es la educación la que trata de “consolidar, contrastar y validar” dicha información, siempre proponiendo un “sentido crítico”.  

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Educar para derribar tabúes 

A pesar de todo lo anterior, “la educación sexual ha alcanzado un gran reconocimiento y una considerable legitimación social”, celebra Guillermo González Antón, que también critica que todavía queda “lejos” su “necesaria presencia en el currículo escolar desde el año cero de nuestra biografía”. Esa educación también busca derribar tabúes; tabúes que, si hablamos de salud sexual, continúan existiendo. “Muchas veces nos cuesta hablar de forma libre y abierta incluso con personas muy cercanas”, señala Débora Álvarez.  

Considerar que la sexualidad solo tiene que ver con el acto sexual o que desaparece con la edad (como si las personas mayores no pudieran tener derecho a una vida sexual plena y saludable) son algunos de los mitos más extendidos. A ello se le suman otros que nombra Guillermo González Antón: “El reduccionismo de toda la erótica humana a una genitalización (fundamentalmente coital); la penalización del placer como algo frívolo, incluso lujurioso (pecado); o el miedo a que si abrimos el escenario de la sexualidad y positivizamos el placer, provocamos en niños y jóvenes una carrera desenfrenada e inconsciente a los brazos de la lujuria y los riesgos que esta conlleva”. “Es un hecho constatado que en los países que han implantado la educación sexual en sus currículos desde muy temprano”, agrega, “todas esas ‘miserias’ que se atribuyen al ejercicio temprano de la dimensión erótica no se han confirmado”. 

“Somos seres sexuados y esto es inevitable e innegociable”

“Somos seres sexuados y esto es inevitable e innegociable”, declara el médico. Por eso, precisamente, apunta a que el camino es “la educación de las sexualidades” con la ayuda de los derechos sexuales y los Principios de Yogyakarta (principios y obligaciones estatales adicionales sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género y las características sexuales). 

Y no mediante la tolerancia, “un sentimiento demasiado impresionable y emocionalmente voluble”, puntualiza el médico, sino mediante la comprensión: “Conocer y comprender consolida lo que va más allá de la tolerancia, consolida el respeto”. “Se tolera por imposición, moda y/o costumbre, y se respeta por autonomía, comprensión y conocimiento”, concluye.

En este Día Mundial de la Salud Sexual, Cruz Roja recuerda que hablar de sexualidad es hablar de derechos, de igualdad y de dignidad. Promover una sexualidad sana y segura significa derribar tabúes, garantizar información veraz, asegurar el acceso a recursos, y crear entornos donde todas las personas puedan decidir libremente sobre su propio cuerpo y su propia vida. La salud sexual no es un privilegio: es un derecho humano que impacta directamente en el bienestar individual y colectivo. Defenderla hoy es clave para construir un futuro más justo, saludable e igualitario para todas las personas. 

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