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Migrar: vidas en movimiento en un mundo que no siempre acoge

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MIGRAR: VIDAS EN MOVIMIENTO EN UN MUNDO QUE NO SIEMPRE ACOGE

Migrar: vidas en movimiento en un mundo que no siempre acoge
Cada 18 de diciembre, Día Internacional de las Personas Migrantes, invita a mirar más allá de las cifras y a poner rostro a millones de historias marcadas por la huida, la esperanza y la resiliencia. Muchas de estas personas no solo encuentran un futuro en nuestro país, sino que deciden aportar su tiempo y sus conocimientos para crear una sociedad mejor. Nazha, Abdul y Tamia son solo tres ejemplos de ello.

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En un mundo atravesado por conflictos, persecuciones y violencias, migrar no es una elección libre para muchas personas, sino una cuestión de supervivencia. A finales de junio de 2025, más de 117 millones de personas se encontraban desplazadas por la fuerza en todo el mundo. De ellas, casi 42,5 millones eran refugiadas, 67,8 millones desplazadas internas, más de 8 millones solicitantes de asilo y otros 4,4 millones apátridas, privadas de una nacionalidad y, con ella, del acceso a derechos tan básicos como la educación, la atención sanitaria o la libertad de movimiento. Hoy, más de una de cada 70 personas en el planeta se ha visto obligada a huir de su hogar.

El camino que emprenden muchas de estas personas está lleno de riesgos. Solo en 2024, al menos 3.363 personas murieron intentando llegar por mar a Europa, según la Organización Internacional para las Migraciones. Es solo una estimación. Las cifras son, probablemente, mucho más elevadas. Casi la mitad de esas muertes se produjeron en la ruta hacia costas españolas, una de las principales puertas de entrada al continente. Se calcula que más de cuatro personas al día perdieron la vida en esta travesía. El Mediterráneo central continúa siendo una de las rutas más mortíferas: en lo que va de 2025, ya se han superado las 1.000 muertes. Detrás de cada uno de esos números hay una familia que espera noticias. 

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La primera mano tendida

 

En este contexto, la labor humanitaria resulta esencial. En España, Cruz Roja Española, en el marco de la colaboración con la Secretaría de Estado de Migraciones, desarrolla un programa de atención humanitaria dirigido a las personas que llegan de forma irregular a nuestras costas, Ceuta o Melilla, muchas de ellas en situación de extrema vulnerabilidad, marcadas por las separaciones familiares, la falta de redes de apoyo, pero también por la esperanza de lograr una vida mejor para ellas y sus seres queridos.

Entre enero y junio de 2025, Cruz Roja ha atendido a 18.443 personas recién llegadas, en su mayoría hombres (93 %), aunque también mujeres y menores, que representan el 12,5 % del total. Más de dos tercios proceden de África subsahariana, un 32 % del Magreb y un pequeño porcentaje de Asia. En todo 2024, la atención alcanzó a 64.079 personas, reflejando la persistencia y magnitud del fenómeno.

Más allá de la llegada, Cruz Roja acompaña también a quienes solicitan protección internacional o temporal. Solo en el primer semestre de 2025, fueron atendidas 22.193 personas en este marco. En 2024, la cifra ascendió a 42.478, con una atención cada vez más diversa en nacionalidades y perfiles, personas procedentes de Ucrania, Colombia, Senegal, Mali o Marruecos, entre otros lugares.

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Una respuesta sin fronteras

La migración es un fenómeno global y la respuesta humanitaria también lo es. El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja trabaja a lo largo de las rutas migratorias a través del Programa Global de Migración en Ruta, que coordina la acción de las Sociedades Nacionales más allá de las fronteras.

En 2024, este programa llegó a más de 2,1 millones de personas en África, Oriente Medio, Europa y América, mediante 195 Puntos de Servicio Humanitario que ofrecen espacios seguros y neutrales donde las personas migrantes pueden descansar, recibir alimentos, agua, atención sanitaria básica, apoyo psicosocial e información fiable, así como ayuda para restablecer el contacto con sus familias.

En el Mediterráneo central, uno de los escenarios más dramáticos, la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja colabora desde 2021 con SOS Mediterráneo a bordo del Ocean Viking. A finales de 2024, este buque había salvado la vida de más de 7.300 personas. Solo en 2024, se realizaron 33 operaciones de rescate que evitaron la muerte de casi 2.000 personas, entre ellas 389 menores, muchos de ellos no acompañados.

El restablecimiento del contacto entre familiares es otra de las líneas esenciales de esta labor. En 2024, 138 Sociedades Nacionales prestaron servicios para ayudar a personas migrantes a localizar a familiares desaparecidos, esclarecer el paradero y mantener vínculos que, en muchos casos, son el único sostén emocional tras un viaje marcado por la pérdida.

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Una sociedad mejor con Nazha, Abdul y Tamia

En el Día Internacional de las Personas Migrantes, Cruz Roja recuerda que las personas en movimiento no son solo receptoras de ayuda, sino agentes activos de desarrollo, que contribuyen social, económica y culturalmente a las comunidades de origen, tránsito y destino. Muchas de estas personas deciden hacerse voluntarias para devolver parte de la ayuda que han recibido. 

Es el caso de Nazha, originaria de Marruecos, que junto sus dos hijos menores de edad, llegaron a Lanzarote en enero de 2021. Un mes después, Nazha daba a luz a su tercer hijo, en territorio español. La familia fue acogida primero en el Centro de Acogida de Cruz Roja en Las Palmas y poco después fueron desplazados a un recurso similar en otro punto de la península. Durante su estancia en este centro, tanto sus hijos como ella, pudieron acceder a las prestaciones y servicios que contempla el marco del programa de Atención Humanitaria. El aprendizaje del castellano fue clave para poder contribuir a su autonomía y crecimiento personal y profesional.

A Nazha se le concedió un permiso de residencia y trabajo por circunstancias excepcionales. A partir de entonces, comenzó a trabajar en restaurantes y ahorró algo de dinero, lo que le permitió retomar poco a poco su independencia. A mediados de 2023 pudo alquilar un piso, escolarizar a sus hijos e ir consiguiendo pequeños contratos de trabajo que le permiten ir viviendo de forma autónoma. A fecha de hoy, es voluntaria en el mismo centro de acogida que les acogió además de en la Asamblea Local de Utrera. Nazha colabora en todas las actividades que se plantean y permanece en formación constante en temas de empleo. Es solo uno de los ejemplos de superación, resiliencia y empoderamiento que nos ofrecen las personas migrantes. Su testimonio es de un valor incalculable para las mujeres que están pasando por la misma situación que ella, tanto en el centro de acogida como en diferentes programas con los que colabora como la Universidad de Sevilla, donde desarrolla un rol de mentora en un proyecto de Madres Migrantes de Origen Africano.

A Abdul Razak Mukayla muchos de sus compañeros y compañeras de Cruz Roja le llaman Marcos.  Llegó a España desde Ghana con 16 años. Tras un difícil y largo proceso migratorio, fue usuario en el Centro de Migraciones Roquetas de Mar, en Almería, donde estuvo varios meses. Allí fue participante del Programa de Protección Internacional donde encontró apoyo, formación y acompañamiento. Gracias al compromiso de los equipos de Cruz Roja y la labor del voluntariado, Abdul aprendió castellano, inició su proceso de integración, fue cogido y posteriormente adoptado por una familia y descubrió su vocación: ayudar a los demás. Abdul es graduado en Trabajo Social y en estos momentos, se encuentra cursando un máster de Cooperación Internacional al Desarrollo.  Hoy, tras años de esfuerzo y superación, Abdul es Trabajador Social, cumpliendo el sueño que nació en la que él considera su primera casa, Cruz Roja, donde trabaja como mediador intercultural en el Centro de Emergencias de Cruz Roja en Almería. 

Tamia Maldonado es voluntaria de Cruz Roja en Valencia. Acaba de homologar su título de antropóloga. El voluntariado le ha permitido integrarse en la ciudad que le ha acogido y ampliar sus redes de contacto. Según todos sus compañeros en la Organización, “es una voluntaria excelente”, muy implicada en el proyecto de Resiliencia climática en entornos urbanos financiado por la Fundación Zurich. Ha coordinado al voluntariado y ha participado en los talleres de consejos sobre cómo actuar ante inundaciones, olas de calor, tanto en asentamientos, como con personas mayores como centros educativos. 

Nazha, Abdul y Tamia son ejemplos de cómo contribuir a que se garantice el respeto por los derechos humanos y ofrecer respuestas humanitarias es una inversión en sociedades más justas y cohesionadas. Porque migrar no debería costar la vida. Porque detrás de cada frontera hay personas que merecen ser protegidas, escuchadas y acompañadas.

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