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Donde antes había barreras, ahora hay mar
DONDE ANTES HABÍA BARRERAS, AHORA HAY MAR


Humanidad

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Cruz Roja

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“Creía que ya no volvería a pisar la playa”. La frase se repite, año tras año, entre las miles de personas usuarias del servicio de baño asistido de Cruz Roja, un proyecto que va mucho más allá de ayudar a entrar al agua: se trata de devolver momentos, sensaciones y dignidad a personas mayores, con movilidad reducida o discapacidad. Este verano el programa se desarrolla en 48 playas (un 20% más que en 2024) y sigue teniendo un objetivo claro: que nadie se quede sin sentir la brisa marina, el rumor de las olas o la arena pegada en la piel.
Para ello, el proyecto cuenta con un nutrido grupo de voluntarios y voluntarias y se vale de dispositivos de apoyo como sillas anfibias, muletas o andadores. Lo saben bien en Andalucía, uno de los territorios donde el proyecto lleva en marcha más tiempo. No en vano, Cruz Roja fue pionera en utilizar este tipo de elementos de ayuda técnica en las playas de Andalucía. Las primeras sillas anfibias que llegaron a las playas de Chiclana lo hicieron, precisamente, de la mano de la organización.
Porque disfrutar del mar no debería ser un privilegio, sino un derecho al alcance de cualquier persona.
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Después de cinco años, el mar
Isabel Ibáñez, de 81 años, es una de las usuarias de Cruz Roja en Almería y, aunque la actividad en la que participa no es baño asistido, sino acompañamiento a la playa a personas mayores, ha tenido igualmente la oportunidad de cumplir un sueño que durante los últimos tiempos había resultado inalcanzable... “Llevaba cinco años sin ir a la playa”, confiesa, y eso que se reconoce una “gran amante” del mar. Un grave accidente le provocó la rotura de un hombro y la apartó de esta actividad al aire libre tan saludable para personas mayores y tan recomendable cuando el calor comienza a apretar. Hasta ahora.
“Cuando Cruz Roja me comentó que existía esta actividad, me apunté enseguida”, admite Isabel, que también está en contacto con la organización durante todo el año. No se acuerda bien desde cuándo, pero sí que “iba con mascarilla”. Aunque su labor asociativa incluye otras entidades, afirma con rotundidad que “Cruz Roja es la que me ha sacado adelante”.
Durante todo el mes de julio ha asistido junto a otras compañeras a la playa una vez por semana, una experiencia que califica de muy positiva. “Hacíamos gimnasia, movíamos las articulaciones… yo no sé nadar, pero si me meto con alguien, no tengo problemas” indica Isabel, a la que padecer de vértigos no le ha impedido disfrutar de un día de playa. “La vejez tiene achaques, pero bueno”, resuelve, y revela que, para hacer los días más llevaderos, ha empezado a colorear un libro que le regaló su hija por las tardes. “Me busco algún trabajillo para estar entretenida, viene la familia de fuera… y así vamos pasando el verano”, comenta.
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De la residencia a la playa y viceversa
En Huelva, el servicio de baño asistido de Cruz Roja tiene una estrecha relación con la residencia de mayores CleceVitam Mirador del Odiel, que abrió sus puertas en abril del año pasado. Su director, Manuel Cárdenas, cuenta que el verano pasado ya contaron con Cruz Roja; desde “el minuto uno” supieron que querían aliarse con la organización para hacer la vida de las personas mayores más llevadera, especialmente en verano.
“La experiencia del año pasado fue increíble. Mucha gente mayor, mucha de ella con movilidad reducida, llevaba una década sin pisar la playa”, expone. Las ganas de no perderse un día frente al mar son tantas que Manuel recuerda el caso de un usuario que, tras una estancia temporal, pidió a su familia que fueran a recogerle un poco más tarde para poder ir primero a la playa. “No se lo quería perder”, sonríe Manuel, que también cuenta que ver la cara de las personas mayores después de la jornada es “emocionante”; “el típico día de playa de toda la vida que despierta esa nostalgia de nuestra niñez”, matiza. Suelen apuntarse entre 10-12 personas y el perfil es mayoritariamente femenino.
El Caño de la Culata, en la playa de El Portil, forma un paisaje inigualable entre dunas y pinares y es el lugar donde Cruz Roja y las personas mayores de la residencia se sitúan en todas estas visitas a la playa. “Tiene una belleza salvaje, es un espectáculo”, resume Manuel Cárdenas. Allí Cruz Roja dispone, en colaboración con el Ayuntamiento de Huelva, de todo lo necesario, desde un suelo entarimado y unas pasarelas hasta una estructura de madera con sombra relativamente cerca del agua. A ello se suma que hay cerca un puesto de socorro, también de Cruz Roja, y unos módulos de aseo e higiene.
Cruz Roja se encarga de ir a buscar a las personas mayores, sobre las 10h, y devolverlas después del día de playa, alrededor de las 14h. “Damos un servicio integral”, puntualiza Gema Díaz, responsable del departamento de mayores de Cruz Roja en Huelva. Además de ayudar a personas mayores, también se acercan a asociaciones y centros de días con otros colectivos, como infancia con discapacidad, para ofrecer la estancia en la playa, desde el acompañamiento hasta el transporte pasando por el baño. Pero no solo eso. “Nos llevamos juegos de mesa, paseamos con quien puede, incluso hacemos ejercicio o estimulación cognitiva”, indica.
Todo ello se realiza gracias a las cerca de 30 personas que colaboran con el proyecto y que “casi siempre repiten” señala Gema. Y lo dice con conocimiento de causa: ella empezó de voluntaria en el proyecto y ahora es responsable de él. “Entré y me quedé”, declara. Su ejemplo es claro para entender que quien comienza a ayudar siente un gusanillo que le hace seguir. “Es curioso, porque este proyecto implica venir casi todos los días, y la gente se ofrece con una facilidad tremenda. Se forma un vínculo con las personas, ves que sin ti a lo mejor no podrían ir a la playa o bañarse, y la satisfacción es inmediata”, menciona.
Muchas de las personas a las que ayudan sufren de soledad no deseada, y por eso también continúan con ellas después del verano. “A lo mejor no tienen redes de apoyo o familiares, siempre nos piden que no nos olvidemos de que están ahí. En muchos casos hay un contacto periódico después, voluntarios que hacen el acompañamiento todo el año, van a verlos, pasean con ellos, les llaman…”, explica Gema, que añade que la relación que se forja entre el mar y la arena va mucho más allá de esta época del año.
parte3
Haciendo posible lo impensable
El 23 de mayo de 2023 Adrián, gaditano de 37 años, sufrió un accidente que le provocó una lesión medular que le hizo creer que no podría volver a meterse en el mar. Hasta el otro día. “Creía que no podría bañarme más en la playa, pero me preguntaron desde Cruz Roja si quería probar y superbien”, dice. Aunque menciona que la camilla del cuarto de baño podría ser un poco más ancha, porque, como persona dependiente, necesita mucho espacio, la experiencia le ha resultado en general “muy positiva”, y por ello no duda en agradecer al personal y las personas involucradas la importante labor que realizan.
Para muchas personas volver al mar no significa solo bañarse: también es sinónimo de compañía, escucha y dignidad, sin importar la edad ni las capacidades. Cruz Roja lo tiene claro: cada persona merece sentir la brisa en la cara, la arena en la piel, y seguirá trabajando año tras año para que así sea.
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