Elvira Dyangani Ose: “Los museos públicos nos pertenecen a todos” - Ahora
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Elvira Dyangani Ose (Córdoba, 1974) es una destacada comisaria de arte que en septiembre de 2021 se convirtió en la primera mujer en liderar el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). Hija de una familia proveniente de Guinea Ecuatorial, se licenció en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Barcelona y completó su formación en Nueva York. Atesora una larga y prolífica carrera en el mundo del arte y anteriormente desempeñó el cargo de directora en The Showroom, en Londres, y conservadora sénior en Creative Time, en Nueva York. También forma parte del Consejo Asesor de la prestigiosa Tate Modern. Sus proyectos curatoriales exploran la narración de la historia como experiencia colectiva, la intervención en el espacio público y la recuperación de narrativas y epistemologías no occidentales.
El arte es una poderosa herramienta de transformación social. Desde tu posición en el MACBA, ¿cómo crees que la cultura puede contribuir a la inclusión y la justicia social?
La cultura, el arte y sus instituciones son agentes empoderadores de cambio, plataformas de transmisión de conocimiento intergeneracional, y espacios de enunciación y resignificación, espacios que nos ayudan a definirnos como miembros de una sociedad plural y diversa.
A nivel individual, creo firmemente que el contacto con ciertas formas de artes o una determinada experiencia artística puede transformar a una persona. Ejemplo de esto fue la experiencia sobre parentalidad que desarrollamos con personas privadas de libertad y sus familias a través del trabajo de la artista Clara Nubiola y colegas de los departamentos de Cultura y Justicia y Calidad Democrática de la Generalitat de Catalunya. En términos colectivos, los museos de titularidad pública como el MACBA son de por sí un bien común que nos pertenece a todos y, por tanto, es parte de la esfera pública en la que podemos ejercer nuestro rol como ciudadanos.
Las instituciones culturales pueden ser espacios de diálogo y reflexión. ¿Cómo puede un museo como el MACBA acercarse a comunidades vulnerables o en riesgo de exclusión?
Cuidando especialmente a las comunidades que viven en el entorno más inmediato al museo, escuchándolas y generando, en la medida de lo posible, propuestas consecuentes a dichos deseos. Nosotras hace algunos años bajo el emblema del “Museo Posible” creamos un espacio social autogestionado que denominamos “Jardín Ambulante” donde reunimos a grupos con los que el museo lleva en contacto desde hace décadas desde el departamento de Educación, escuelas, AFAs, y otros colectivos del barrio. Además de los integrantes de nuestro huerto comunitario. Todos ellos se reúnen para generar proyectos propios, actividades escolares y, en ocasiones, para sugerir cambios en dinámicas y actividades del museo.
También somos conscientes del capacitismo y consideramos la accesibilidad y la inclusión a todos los niveles tanto en nuestra investigación y programas como en términos de operativa y estrategia futura.
El acceso a la cultura sigue siendo desigual. ¿Qué estrategias crees que son necesarias para democratizar el arte y hacerlo realmente accesible a toda la ciudadanía?
Los museos públicos nos pertenecen a todos, pero tenemos que asegurarnos que todos aquellos a los que servimos lo saben. Edificios como el nuestro, la historia de instituciones como la nuestra, imponen mucho, se han visto siempre como elitistas, dirigidas a una minoría. Tenemos que ser más permeables a toda la ciudadanía, ayudar a generar proyectos que rompan con esos prejuicios sobre lo que hacemos. Desde proyectos como “Apadrina el teu equipament” o “Fora de Reserves” enseñamos a estudiantes, jóvenes y gente mayor, las tripas del museo, lo que supone cuidar las obras, interpretarlas. Las tareas a veces invisibilizadas de nuestras compañeras en restauración, registro o educación.
Además, el año pasado tuvimos proyectos con artistas como Mari Chordà , Jordi Colomer y Lydia Ourahmane, que supusieron el acceso al museo a comunidades y agentes sociales que no nos conocían, a quienes antes no interpelábamos. Y ahora nuestro trabajo es que se sientan como en casa. Por ejemplo, este año estamos trabajando con Carlos Motta con colectivos que focalizan en la disidencia sexual y plantean otras narrativas sobre el VIH / SIDA, la colonialidad, la historia y la acción democrática.
Las voces y narrativas que tradicionalmente han quedado fuera de los grandes relatos están ganando espacio. ¿Cómo trabajas desde el MACBA para dar visibilidad a perspectivas diversas y representativas?
Carlos Motta es un buen ejemplo que nos ayuda a cuestionar qué sabemos de la colonización de América desde la perspectiva de los pueblos originarios o qué formas de amor y de deseo ha suprimido ciertas narrativas de la historia. Del mismo modo, la obra de Coco Fusco nos hace pensar en varios episodios de la disidencia cubana, a través de proyectos que nos hablan de escritores, poetas y artistas como Reinaldo Arenas, María Eleva Cruz Varela, Heriberto Padilla o, ahora, Luis Manuel Otero Alcántara. Pero también nos recuerda con su obra seminal The Couple in the Cage: Guatinaui Odyssey (1994) que los museos fueron un aparato colonial que a veces trató a las personas como objetos y que supuso un intercambio desigual, cuando no un expolio, de la cultura simbólica y ancestral de lo que se conocía antes como “el otro.”
En un mundo en constante transformación, también cambia la manera de experimentar el arte. ¿Hacia dónde crees que se dirigen los museos y qué papel jugará la tecnología en su evolución?
La innovación tecnológica ha formado parte de la historia del museo desde sus inicios. En los museos de arte, esos cambios son más evidentes en la parte de bambalinas, lo que nos sirve para la conservación y almacenamiento de obra, la sostenibilidad medioambiental, la acumulación de datos, la modernización de la museología, y la mejora de la gestión administrativa y operativa del museo.
Con respecto a las exposiciones y programas, avanzamos junto a los artistas que usan dichas tecnologías e intentamos generar para el público experiencias que incorporen esas novedades. No somos un museo de lo tecnológico, pero reconocemos su trascendencia en nuestro campo y convivimos con ella mientras imaginamos proyectos de colaboración con instituciones colegas que se acercan más a otro tipo de prácticas más avanzadas.
Eres la primera mujer en dirigir el MACBA. El liderazgo en el sector cultural sigue estando marcado por una menor presencia de mujeres y de personas racializadas en puestos clave. ¿Qué barreras crees que aún persisten y cómo podemos avanzar hacia una mayor equidad en el ámbito cultural?
La principal barrera es pensar que las estructuras institucionales solo cambiarán con la incorporación de personas racializadas o de ascendencia extranjera. Hacer las instituciones más plurales y diversas en todos sus aspectos profesionales es un trabajo de todos. Supone un ejercicio de desaprendizaje que ponga en crisis lo que Occidente lleva siglos diciendo que era cierto, la única perspectiva. Hace un siglo hubiera sido inconcebible que yo ocupara este rol, en ciertos lugares sería incluso ilegal. Ha cambiado mucho desde entonces, pero eso no significa que exista un problema sistemático y estructural que aún discrimina y descalifica a gente como yo, incluso a mí, a la hora de acceder, no sólo a puestos como este, sino a derechos como una vivienda o un trabajo, por su origen, el tono de su piel, su acento o su condición económica.

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