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Ángela Nieto: “La ciencia no solo es rigurosa, también creativa”
LA MIRADA DE
ÁNGELA NIETO
“La ciencia no solo es rigurosa, también creativa”
ÁNGELA NIETO
17/06/2025
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
17/06/2025
ESCRITO POR:
ENTREVISTA POR:
Silvia Llorente
Doctora en Bioquímica y Biología Molecular

Ángela Nieto (Madrid, 1960) lleva más de 30 años investigando el movimiento de células en el organismo, un proceso clave que, en última instancia, podría ayudar a evitar la formación de metástasis. Doctora en Bioquímica y Biología Molecular, esta científica española desarrolla su labor en el Instituto de Neurociencias de Alicante (centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, y la Universidad Miguel Hernández de Elche, UMH) y atesora una larga trayectoria y experiencia que le han valido reconocimientos tales como el Premio Nacional de Investigación Ramón y Cajal (2019) o el L’Oréal-UNESCO por Europa para Mujeres en la Ciencia (2022). En esta entrevista para AHORA, Nieto reivindica el papel de la ciencia y señala algunos de los grandes desafíos que nos esperan en este ámbito. 

¿Qué significa para ti la palabra “cáncer”? 

El cáncer es una palabra polisémica: tiene muchos significados. Y es así porque el cáncer no es una única enfermedad, sino cientos. Cada tipo es distinto y tiene su propio pronóstico y tratamiento. Para algunos se ha avanzado mucho en las últimas décadas (como el cáncer de mama, cuya supervivencia ha pasado del 15 % al 90 %) y otros, como el de páncreas, siguen siendo muy difíciles por su complejidad. Incluso hay casos como el melanoma, que hasta hace poco tenía mal pronóstico y que ahora, gracias a la inmunoterapia, ha mejorado sustancialmente, lo cual es esperanzador. Aun así, la palabra “cáncer” sigue teniendo una carga emocional enorme y nos remite siempre a algo negativo. 

Tus investigaciones han ayudado a entender mejor procesos como la metástasis. ¿Qué impacto real pueden tener en la vida de las personas? 

Llevamos ya 30 años investigando sobre esto. Inicialmente comenzamos estudiando el desarrollo embrionario. Sabemos que al principio solo hay una sola célula y luego esa célula se divide y va formando estructuras y órganos. Es un concepto muy interesante porque existen muchas células que nacen muy lejos de donde luego tienen que desarrollar su función. Lo que tienen que hacer, por tanto, es viajar; por eso las llamamos, de manera informal, “células viajeras”. En mi laboratorio encontramos unos genes que, cuando se activan, dotan a las células de esa capacidad de movimiento para irse a otro sitio.

Lo fascinante es que el cáncer utiliza mecanismos muy similares para diseminarse por el cuerpo. En el cáncer primero hay un tumor primario, y de ahí se desprenden células que luego van a poblar lugares diferentes donde van a formar otros tumores, que son las metástasis. Sabemos que la mayor parte de muertes por cáncer son debidas a esto.

Ahora estamos estudiando esos procesos en modelos animales para entender esos mecanismos íntimos, conocer mejor la biología de la célula del cáncer e intentar evitar la formación de metástasis.

¿Existen ya resultados concluyentes? 

Conocemos mucho, pero es un proceso complejo. Al principio se pensaba que el tumor crecía y, más adelante, se desprendían células. Ahora sabemos que la diseminación puede ocurrir muy pronto, incluso antes de que se pueda detectar el tumor. Es uno de los motivos por el que el cáncer de páncreas tiene peor pronóstico, porque su diseminación es más temprana.  

¿La investigación científica vive en una carrera contra el tiempo? 

Sí, pero como cualquier actividad humana con un propósito claro. Como un arquitecto que quiere terminar lo antes posible un edificio. Lo que hace especial a la investigación del cáncer es que no hablamos de una enfermedad, sino de muchas, muy complejas y muy diferentes entre sí. La urgencia viene de querer conocer más y ofrecer mejores tratamientos lo antes posible. 

¿Qué aprendimos con la vacuna de la COVID-19? 

Fue un ejemplo de cooperación internacional extraordinaria, no solo hablando de la propia vacuna, sino también de su distribución y administración, de las políticas públicas y de la respuesta de la propia sociedad. España fue de los primeros países en lograr un elevado porcentaje de vacunación debido a dos factores. El primero, que el sistema sanitario español es universal; el segundo, la responsabilidad de la sociedad, que lo hizo muy bien. Aquí los ciudadanos confían en la ciencia y se vacunan.

Fue extraordinario que en cuestión de un año estaba la vacuna lista para su utilización. Si nos lo hubieran dicho a los científicos cinco años antes no lo hubiéramos creído. La realidad es que nada es casualidad, porque la vacuna de la COVID-19 es el fruto de 25 años de investigación previa en vacunas de ARN por parte de personas como Drew Weissman y Katalin Karikó (que, de hecho, consiguieron el Premio Nobel). Gracias a que tenían un protocolo, una metodología lista, se pudo desarrollar en tiempo récord. Y la ventaja es que esta metodología permite adaptarse a las modificaciones del virus, lo que permite rediseñarla de forma rápida y eficaz para responder ante nuevas variantes. Sin esa base, sin esos 25 años, no habría sido posible.

¿Cuáles son ahora los principales desafíos científicos?  

Sabemos que vendrán más pandemias (ya lo hemos aprendido) y falta mejorar los sistemas de distribución de la vacuna, especialmente en países menos desarrollados. Hay que impulsar la investigación básica potente para estar preparados frente a esta amenaza.

También hay otros retos. Por ejemplo, la resistencia a antibióticos, que ocupa una parte importante de los programas internacionales. Está muy relacionado con educar a la sociedad en no tomar antibióticos a la ligera; hay que hacerlo con mucho rigor y control.

Pasa lo mismo con la resistencia a fármacos en los tratamientos de cáncer; muchas líneas de investigación en todo el mundo están orientadas hacia esto. Sabemos que a veces los tratamientos funcionan bien al principio, pero luego los pacientes desarrollan resistencia a ellos. Y ahí viene el problema. Las células van cambiando de forma análoga a los virus, en su caso para seguir infectando.  

¿Tiene hoy la ciencia el reconocimiento público que merece? Vivimos una época en la que está habiendo gente que desconfía de la ciencia, incluso personas que no quieren vacunarse… 

En España, la respuesta social durante la pandemia fue ejemplar. Tuvimos una altísima tasa de vacunación porque la gente confía en la ciencia. Pero la “pseudociencia” es un problema serio. Y hay movimientos que por desconocimiento, por ignorancia, o por un conflicto de intereses económicos, transmiten informaciones falsas, por ejemplo, en redes sociales.

Las personas tienen que fiarse de fuentes realmente instruidas, rigurosas, importantes y que estén contrastadas con la opinión de científicos o sanitarios. Eso es fundamental. También se puede hacer una mejor divulgación de la ciencia, pero para eso necesitamos la generosidad y el tiempo de mucha gente, como los científicos o los periodistas.  

¿Y qué hay del apoyo institucional y político a la ciencia? 

Los presupuestos para ciencia siguen siendo limitados, y muchas veces están ausentes de los debates políticos. Lo preocupante es nuestra falta de memoria. Si la pandemia sirvió para algo bueno fue para poner de manifiesto que la ciencia es esencial. En el primer año de administración de la vacuna de la COVID-19 se salvaron 25 millones de vidas y parece que ya lo hemos olvidado. 

¿Te has enfrentado a algún tipo de barrera por ser mujer? 

Hemos mejorado mucho en las últimas décadas, pero no lo suficiente. Y lo preocupante es que hay señales de retroceso. En edades muy tempranas, las niñas ya se consideran menos capaces para profesiones científicas. Un estudio de la Universidad de Princeton dice que a los seis años las niñas ya se consideran menos capaces. La representación femenina en las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) sigue siendo muy baja, y eso condiciona el mundo laboral del presente y del futuro. 

¿Cómo podemos atraer más jóvenes a la ciencia? 

Tenemos que contar también lo positivo. La ciencia no solo es rigurosa, también es creativa, porque pone en juego tu imaginación. Es un trabajo que te permite proponer ideas y buscar respuestas; presentar proyectos para examinar una cuestión nueva, una hipótesis, y ver si es correcta. Eso está intrínseco en la actividad que nos hace humanos y es muy enriquecedor. Y tiene grandes grados de libertad. No es tedioso: cada día es diferente. Hay que tener resiliencia, o resistencia al fallo, porque cuando se hacen experimentos, no todos salen o si salen no son informativos. Es verdad que hay dificultades, pero también hay muchas profesiones con obstáculos similares.

Podríamos preguntarnos qué es el éxito ahora para jóvenes. ¿Ser influencer? A lo mejor resulta que si uno decide descubrir algo en ciencia muy importante puede ser también influencer. Katalin Karikó es original de Hungría, después se marchó a Estados Unidos. Tuvo bastantes dificultades para conseguir financiación para sus proyectos de las vacunas porque no sabía si iba a funcionar. Ha estado 25 años investigando. Pero ahora es una influencer; la llaman de todas partes, quieren que vaya a todos los sitios, inspira a muchas mujeres… uno se puede convertir en un modelo a seguir dedicándose a la investigación científica. Esto es lo que, al final, hace el progreso. 

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